martes, 9 de julio de 2013

    Una de las mayores dificultades para que la ciencia observe y estudie los sueños es su carácter inaprensible. La ciencia privilegia en su metodología la observación directa, pero resulta imposible que, desde el exterior, pueda registrarse la experiencia onírica de un individuo. Lo que conocemos de ésta es a través de sus propios reportes que pueden verse afectados por los métodos e instrumentos de investigación. Se ha señalado, por ejemplo, la diferencia entre los reportes presentados por las personas que despiertan de forma espontánea en casa y los obtenidos en sujetos de laboratorio. También se han hallado diferencias relacionadas con la hora: los reportes de los sueños que se presentan en la mañana tienden a ser más ricos que los de los recolectados al inicio de la noche. Las preguntas del investigador pueden afectar tales reportes en grado significativo, y la hora en que éstos se obtienen también produce variaciones. No son iguales los informes que se dan tan pronto despertamos, como aquellos que se presentan en horas más avanzadas. Esos factores han dificultado la identificación de patrones o características generales en los sueños de diversos sujetos que bien pueden considerarse únicos. Sin embargo, ha sido posible distinguir algunos rasgos comunes significativos. Los reportes típicos incluyen imágenes visuales y rara vez están dominados por experiencias auditivas. Es común que se presenten sueños intrascendentes desde el punto de vista emocional; sin embargo, también hay sueños cargados de emociones positivas y negativas. Entre las primeras pueden señalarse tranquilidad y concordia, entre las segundas, temor y enojo, en una suerte de paralelismo con respecto a las emociones que vivimos en la experiencia diurna.


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